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lunes, 29 de agosto de 2011

Historias de debajo de la luna

Historias de debajo de la luna
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Según la leyenda china, el universo era un huevo enorme y oscuro, donde no se distinguía el cielo ni la tierra. Dentro vivía el dios Pan Gu.
Luna

Transcurridos 18 000 años de existencia del universo, un inmenso estruendo partió el huevo. La parte superior, que era más ligera, empezó a ascender y ascender, hasta que formó el cielo, mientras la parte inferior se convirtió en la tierra. En medio de la tierra y el cielo se colocó Pan Gu, que crecía cada día tres millas.

De la misma manera que crecía Pan Gu, cada día el cielo subía tres millas, y la tierra aumentaba también tres millas su tamaño. Pasados otros 18 000 años, el universo llegó a alcanzar las dimensiones que tiene hoy día. El ojo derecho de Pan Gu se convirtió en el Sol, y el izquierdo, en la Luna. Su pecho, sus brazos y sus piernas se transformaron en grandes montañas; su sangre, en ríos y lagos, y sus músculos, en tierras fértiles. Su cabello y su barba se convirtieron en las estrellas, su sudor en lluvia, y los parásitos que tenía en su cuerpo, en seres distintos. El día y la noche se sucedían porque Pan Gu parpadeaba con frecuencia. Si estaba contento, hacía sol, y si se enfadaba, aparecían relámpagos y truenos en el cielo.

Al cabo de otros muchos millones de años, durante el reinado del gran Yao, aparecieron diez soles en el cielo, que secaron los ríos y destrozaron la cosecha. Como solución, la gente pidió a un famoso arquero, conocido por todos como Yi, que disparara sus flechas contra cada uno de esos soles. Yi salió del viaje y dejó a su joven esposa Chang’e, una mujer muy bella, en casa.
Unguento

Yi consiguió derribar nueve soles; después le encargaron disparar contra monstruos que habitaban la tierra. Mientras, su mujer, Chang’e, lo esperaba y lo esperaba en casa, pero él siempre estaba de viaje. Chang’e, se sentía muy sola y un día decidió abandonar a Yi. Ella guardaba una pomada milagrosa que un dios le había regalado a su marido. Una dosis de esta pomada podía conceder la juventud eterna a un ser humano, y dos dosis podían convertir a un hombre en un ser divino.

Chang’e se tomó toda la pomada, pensando que así se haría una diosa y viviría felizmente en la corte celestial. Cuando la pomada empezó a hacer efecto, sintió cómo empezaba a volar hacia el cielo, hasta que llegó a la Luna. Allí, en la Luna, solo encontró una acacia enorme y una liebre. Enseguida se arrepintió porque la vida en la Luna era aún más aburrida, pero ya era demasiado tarde, no podía hacer nada, así que la pobre Chang’e, no pudo volver a la Tierra y se quedó sola en su palacio en la Luna, donde todo era frío y pálido.

Al cabo de unos años, el Emperador Celestial de Jade desterró a un guerrero a la Luna. Se llamaba Wu Gang. Su castigo consistía en talar el árbol de acacias. «Mientras la acacia de la Luna siga en pie, tu castigo no terminará», así le dijo el Emperador Celestial de Jade. Wu Gang empezó a cortar el árbol, pero cada vez que pegaba un hachazo, el trozo cortado crecía rápidamente y antes de que pudiera lanzar el siguiente hachazo, el tronco ya había recuperado su aspecto original. Wu Gang nunca podría talar la acacia de la Luna, por lo tanto nunca terminaría su castigo. Pero Wu Gang y Chang’e nunca tendrían una oportunidad de hacerse amigos. Wu Gang vivía bajo el árbol y ella seguía viviendo en su mansión. Chang’e, al igual que Wu Gang, estaba condenada a la soledad y su belleza y juventud eterna no podían darle ninguna felicidad.

Y por esta leyenda, en la cultura china, la luna simboliza la melancolía, la soledad y la añoranza a la familia.


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domingo, 21 de agosto de 2011