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lunes, 7 de junio de 2010

Don Quijote o el placer de leer a Cervantes miércoles 23 de abril de 2008




Una de las experiencias más gratificantes de mi experiencia lectora ha sido leer con mi hijo El Quijote (sí, ya sé que el nombre completo de la obra es más largo, pero así es más íntimo y cercano). Lo leíamos antes de dormir y para los dos era divertidísimo imaginar los escenarios, los gestos y la voz de este loco genial hablándoles a los venteros, trocando aldeanas en princesas y confundiendo delincuentes por nobles hombres cautivos. A medida que avanzábamos la lectura, Don Quijote despertaba nuevos asombros y Sancho también ganaba puntos en nuestra simpatía. Qué envidia sentía entonces de tener el valor de correr tras los sueños, de conservar la regia obstinación de actuar de acuerdo a los valores en los que se cree por propia elección. Y Sancho, el entrañable Sancho es un hombre paciente que, en el fondo también tiene la fuerza de seguir un sueño, una mítica isla del cual sería gobernador. Ni hablar de los episodios intercalados que son sugestivas historias que van más allá del mensaje aparente. Cuando llegábamos a estos episodios, nos deteníamos con cierta gravedad para poder comentar los sucesos. Mi hijo siempre ansioso por regresar al otro carril de la narración.

En la segunda parte, Sancho va tomando los ideales de Don Quijote y ambos reciben el escarnio, la burla de quienes no toleran a los soñadores, ellos, los mismos de siempre, alientan a toda una corte a mofarse de nuestros personajes, sin saber que la fe en un ideal nos proporciona un traje blindado a prueba de ataques de cualquier tipo.

En nuestra última mudanza se nos escondió nuestro libro compartido. Estoy segura que la sagacidad de Don Quijote quiso que nos tomáramos un tiempo para extrañarlo y valorar la inteligencia de su creador, Don Miguel de Cervantes Saavedra. Ya lo encontraremos, esta vez y muchas veces más en en transcurso de nuestras vidas y en esos reencuentros ojalá se vayan abariendo puertas para nuevos lectores se vayan sumando a la billonaria legión de admiradores de Don Quijote de la Mancha.

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